martes, 18 de febrero de 2014

Tengo un horno de gas.

Después de años usando hornos eléctricos, ahora tengo uno de gas. Los últimos recuerdos que tenía de cuando era pequeña en casa de mi madre eran de bizcochos con la base quemada. Así que me dispuse a intentar encontrar un modo de poder hacer repostería sin tener esos problemas.
Al principio sólo lo he usado para hacer lasañas, pizzas y poco más, y para esos platos no ha habido problemas. Así que la pasada semana compré unas bases de hojaldres para hacer palmeritas y...¡casi desastroso! menos mal que estaba pendiente, porque al poco rato de estar en el horno empezó a salir un olor característico a chamuscado. Bueno, no estaban tan mal, se podían comer.
A los pocos días, segundo intento, esta vez hice unas pastas de anís, y allí estaba yo, agachada delante del horno, con una linterna en la mano (no tiene luz), sin perder de vista mis galletitas cuando empecé a oler que aquello se estaba haciendo rápidamente, aunque yo las siguiera viendo tan blancas como al principio. Histérica perdida, abrí el horno y empecé a levantarlas para ver como estaban, ....¡uf! aún no se habían quemado, pero estaban hechas por abajo, algunas al menos, y crudas por encima, así que me pasé el resto del tiempo subiendo y bajando la bandeja, encendiendo el grill o la parte de abajo, moviendo las galletitas por toda la bandeja, hasta que al final conseguí que estuvieran todas hechas más o menos por igual.
Ahora tendré que probar a hacer un bizcocho...(IMPORTANTE: Hacerse con un termómetro para el horno).

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